Los pensamientos intrusivos están presentes en la experiencia normal, aunque son más frecuentes en épocas de estrés, cansancio o tristeza.
Existe una posible relación entre el contenido de los pensamientos intrusivos con sucesos personales recientes o pasados.
Sólo en menos de 10% de las personas, los pensamientos intrusivos se convierten en un problema y sólo unos pocos de estos pensamientos se convierten en obsesiones en una misma persona.
Cuánta más importancia se da a los pensamientos intrusivos que a veces se “cuelan” en nuestra cabeza, más posibilidades tienen éstos de convertirse en obsesiones, porque la persona intenta buscar una explicación a este pensamiento desagradable o inoportuno que está pensando o sintiendo. Y cuando lo hace, lo que provoca sin quererlo es que su malestar (=ansiedad) aumente, incluso el miedo que le produjo el pensamiento intrusivo al principio o las primeras veces que lo experimentó.
Ejemplo: imagina que estás intranquilo esperando que te llame una amiga o un familiar que ha salido de viaje para decirte que ha llegado bien. Si en ese momento empiezas a pensar en cosas desagradables (que le haya pasado algo en el viaje, que no ha llegado a tiempo, etc.), es casi seguro que tu intranquilidad aumentará.
Cuando se nos “cuela” un pensamiento intrusivo en nuestra cabeza y nos provoca mucha ansiedad es lógico que sintamos la necesidad de disminuir esta ansiedad. Los procedimientos que utilizamos para conseguirlo son, frecuentemente, conductas en forma de rituales internos o externos, de reaseguración, evitación… Pero, aunque a corto plazo o de manera inmediata reducen nuestra ansiedad y provocan una sensación de alivio relacionada con la sensación de “haber podido controlar la intrusión quitándomela de la cabeza”, no resuelve el problema a largo plazo.
Porque nadie puede estar todo el tiempo intentando controlar los pensamientos, ni “haciendo cosas” para pararlos: el pensamiento es una actividad humana normal que no puede detenerse. Haz el siguiente “experimento”: intenta con todas tus fuerzas no pensar en un camello. Para ello, debes repetirte constantemente; “no voy a pensar en un camello, no voy a pensar en un camello, no voy pensar en un camello…”¿Lo has conseguido?
Los pensamientos intrusivos no los puedes controlar, pero sí puedes controlar las valoraciones negativas que haces de ellos.