Muchas personas creen que es más beneficioso evitar ciertas responsabilidades y dificultades que afrontarlas, creyendo que de esta manera conseguirán tener una vida más fácil, cómoda y sin problemas. Si eres de las personas que abandona sus proyectos cuando encuentras oposición para realizarlos o que te irritas mucho a la hora de realizar tareas que no son de tu agrado; o piensas incluso que la vida es demasiado corta para andar haciendo cosas que uno/a no le gustan, sepas que en realidad esta forma de pensar no te ayuda en nada, por varias razones:
El esfuerzo que se necesita para evitar una decisión o una dificultad es, en realidad, largo y duro, ya que nos pasamos muchas horas de tortura y debate con uno mismo, de ingeniosas argumentaciones antes de decidir que uno no se va a comprometer. Así, el “placer” del momento puede dar como resultado horas, días e incluso años de infelicidad.
Si pasamos gran parte de nuestra vida evitando problemas difíciles y responsabilidades, es probable que consigamos una vida “más fácil”, pero también nos sentiremos cada vez más inseguros. ¿Por qué? Porque la confianza en uno mismo surge sólo de hacer algo y nunca de evitarlo.
Además, a las personas parece que cuando les va mejor es cuando tienen un objetivo, es decir, cuando están comprometidas y trabajan en un proyecto difícil y a largo plazo. Porque la vida es movimiento, experiencia, creatividad.
Si sientes pereza a la hora de afrontar conflictos y/o decisiones no te violentes, sería un esfuerzo inútil en ese momento, limítate a ser consciente de tu pereza, obsérvala sin juzgarte ni condenarte y luego, piensa por qué no actúas y qué es lo que te impide decidir i/o afrontar. “Evitar/no afrontar las dificultades, ¿me ayuda a superarlas? ¿De verdad las cosas tienen que ser fáciles? Que me guste que la vida sea fácil y cómoda, ¿Significa que tiene que ser siempre así porque es lo que yo quiero?”
Seguro que todos preferimos que los conflictos y dificultades no existan en nuestra vida, pero si son inevitables, no afrontarlos no harán que desaparezcan. Además, es mejor frustrarse a corto plazo por tener que afrontar las responsabilidades que no sufrir toda la vida por haberlas evitado. ¿No os parece? Como bien dijo B. Franklin, “No hay beneficio sin suplicio”