Uno de los "deberías" más frecuentes que tienen las personas que atiendo en terapia es la Exigencia a uno mismo (lo que debo conseguir), esto es: "tengo que hacerlo muy bien y tengo que ser aprobado por las personas importantes para mí".
Concretamente, voy a referirme a la primera exigencia, que A. Ellis la resumió en esta idea irracional: "para considerarse a uno mismo valioso se debe ser muy competente, suficiente y capaz de lograr cualquier cosa en todos los aspectos posibles".
Esta exigencia nos puede provocar ansiedad, depresión, sentimiento de culpa y vergüenza y, en la mayoría de los casos, hace que nos comportemos de una forma dependiente, indecisa e insegura, entre otras.
¿Porqué es irracional este "debería"? Por varias razones:
Ningún ser humano puede ser totalmente competente y destacar en todos los aspectos o en la mayor parte de ellos; la mayoría de la gente no destaca de hecho ni en un solo aspecto importante.
Exigir que se debe tener éxito es hacerse a uno mismo víctima de la ansiedad y de los sentimientos de inutilidad personal si no lo consigue ("no sirvo para hacer este trabajo", "soy un fracaso", ...).
La preocupación por el éxito normalmente da como resultado un enorme miedo a probar suerte, o a cometer un error, o a fracasar en ciertas tareas, por lo que el miedo tiende a entorpecer de forma sucesiva los éxitos por los que uno está luchando.
El concentrarse en la creencia de que se debe tener éxito y ser competente a menudo aparta a la persona de un objetivo importante que es vivir feliz., porque: ¿Dónde está escrito que hay que ser totalmente competente? ¿Es realista pensar que hay que ser perfecto?
¿Qué podemos hacer para cambiar este "debería"?
Intentar actuar y disfrutar mientras lo intentas, más que intentar actuar perfectamente bien.
Premiarnos por los intentos más que por los resultados, muchas veces éstos no dependen sólo de nosotros.
Desear actuar bien por propia satisfacción y superación, no por agradar o ser mejor que los demás.
Aprender a aceptar nuestros errores y confusiones en vez de horrorizarnos por ellos.
Y, por último, decirnos una y otra vez que “Es preferible y agradable hacer las cosas bien, pero no es obligatorio el hacerlo perfecto, si me equivoco no es tan horroroso, lo puedo soportar. Los seres humanos somos imperfectos y nos equivocamos continuamente, y ¡no por ello somos menos valiosos!".
Comparto con vosotros este cuento que ilustra lo que he explicado. ¡Espero que os guste!
El Gallo
Había una vez, en la antigua China, un extraordinario pintor cuya fama atravesaba todas las fronteras. En las vísperas del año del Gallo, un rico comerciante pensó que le gustaría tener en sus aposentos un cuadro que representase a un gallo, pintado por este fabuloso artista.
Así que se trasladó a la aldea donde vivía el pintor y le ofreció una muy generosa suma de dinero por la tarea. El viejo pintor accedió de inmediato, pero puso como única condición que debía volver un año más tarde a buscar su pintura. El comerciante se amargó un poco. Había soñado con tener el cuadro cuanto antes y disfrutarlo durante el año signado por dicho animal. Pero como la fama del pintor era tan grande, decidió aceptar y volvió a su casa sin chistar.
Los meses pasaron lentamente y el comerciante aguardaba que llegase el ansiado momento de ir a buscar su cuadro. Cuando finalmente llegó el día, se levantó al alba y acudió a la aldea del pintor de inmediato. Tocó a la puerta y el artista lo recibió. Al principio no recordaba quien era.
- "Vengo a buscar la pintura del gallo", le dijo el comerciante.
- "¡Ah, claro!", contestó el viejo pintor.
Y allí mismo extendió un lienzo en blanco sobre la mesa, y ante la mirada del comerciante, con un fino pincel dibujó un gallo de un solo trazo. Era la sencilla imagen de un gallo y, de alguna manera mágica, también encerraba la esencia de todos los gallos que existen o existieron jamás. El comerciante se quedó boquiabierto con el resultado, pero no pudo evitar preguntarle:
- "Maestro, por favor, contésteme una sola pregunta. Su talento es incuestionable, pero... ¿era necesario hacerme esperar un año entero?"
Entonces el artista lo invitó a pasar a la trastienda, donde se encontraba su taller. Y allí, el ansioso comerciante pudo ver cubriendo las paredes y el piso, sobre las mesas y amontonados en enormes pilas hasta el techo, cientos y cientos de bocetos, dibujos y pinturas de gallos, el trabajo intenso de todo un año de búsqueda. (http://cuentosqueyocuento.blogspot.com.es/)
(imagen sacada de skytalentnetwork.com)