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  • Anna Masachs

Los síntomas de la ansiedad: ¿porqué nos asustan tanto?


La ansiedad es algo bueno que nos permite mantenernos vivos y que ayuda a preservar la especie humana, protegiendo a nuestro organismo y sus intereses.

Así, cuando percibimos una situación de peligro, la ansiedad actúa como una respuesta de lucha i/o huida, estando todos sus efectos encaminados exclusivamente a luchar o huir de este peligro percibido. Por tanto, podemos decir que la ansiedad es una respuesta adaptativa heredada de nuestros antepasados que les permitía enfrentarse a los peligros a los que estaban expuestos, gracias a la cual podían sobrevivir. Actualmente existen muchos peligros en los que ya no es necesario luchar y/o huir pero, sin embargo, todavía conservamos esta respuesta visceral y fisiológica que engloba la ansiedad.

¿Cómo responde nuestro cerebro cuando percibe que una situación puede ser amenazante para nosotros? Enviando esta información al Sistema Nervioso Simpático, que es el encargado de producir la energía que nuestro cuerpo necesita para entrar en acción. Y esto lo hace liberando dos productos químicos, la adrenalina y la noradrenalina, que provocan los síntomas que componen la respuesta de ansiedad, esto es:

  • Tensión muscular, que nos permite luchar o huir.

  • Dilatación de las pupilas, con el fin de tener una visión más nítida y así poder averiguar mejor donde está el peligro y cuáles son las vías de escape más rápidas.

  • Aumento de la fuerza y el ritmo cardíaco, de esta forma el oxígeno y los nutrientes llegan a aquellas partes del cuerpo que van a entrar en acción (por ejemplo, las piernas, brazos). Esto es posible gracias a una redistribución del flujo sanguíneo, lo cual permite que llegue más sangre a aquellos músculos relacionados con la actividad física y también a aquellas zonas motoras del cerebro relacionadas con actividades como correr o luchar. Cabe señalar que esta redistribución sanguínea que ocurre en el cerebro puede ocasionar sensación de mareo, confusión y dificultades a la hora de realizar algunas funciones cognitivas, que se restablecerán una vez se haya superado la sensación de peligro. Al aumentar el ritmo cardíaco, se produce también un aumento de la intensidad y frecuencia de la respiración.

  • Aumento de la sudoración, debido al aumento de la temperatura corporal en todo este proceso de sobre-activación motora. El sudor ayuda a enfriar el cuerpo, de forma que no se caliente demasiado en dicha activación.

Una vez que desaparece la sensación de alarma interviene el Sistema Nervioso Parasimpático que, mediante la liberación de un neurotransmisor llamado acetilcolina se encarga de que el organismo recupere su estado original.

Todos estos cambios descritos que ocurren en nuestro cuerpo cuando sentimos ansiedad resultan muy adecuados ante una situación de peligro que comporte una lucha i/o huida, pero el problema surge cuando esta ansiedad aparece sin que exista una amenaza externa, lo que ocurre muy a menudo en la actualidad; entonces, los síntomas descritos nos asustan enormemente y nos resultan sumamente desagradables, sobre todo en aquellos casos en que la ansiedad es muy frecuente, muy intensa, más duradera y muy desproporcionada para la/s situación/es en la/s que aparece. ¿Por qué? Porque el nivel de activación al que estamos sometidos es muy intenso y sostenido en el tiempo. Por eso:

  • La tensión muscular sostenida se convierte en dolor, calambres, temblores.

  • La dilatación de las pupilas provoca visión borrosa, neblina, entre otros.

  • El aumento de la presión sanguínea y el ritmo cardíaco pueden producir palpitaciones o taquicardia. Y la redistribución del flujo sanguíneo anteriormente explicada puede provocar pérdida de sensibilidad, hormigueo y frío, especialmente en pies y manos. Igualmente, el hecho de que la actividad del aparato digestivo descienda a causa de esta redistribución de la sangre puede producir náuseas, molestias estomacales y la sensación de boca seca.

  • El aumento de la frecuencia y de la intensidad de la respiración puede transformarse en hiperventilación, por lo que el nivel de dióxido de carbono en la sangre disminuye y podemos tener sensación de mareo, desmayo, opresión en el pecho, nudo en la garganta, sensación de falta de aire, entre otros.

Algunos de estos síntomas los sentimos en mayor o menor medida cuando nos sentimos ansiosos, ¿verdad? Y nos asustan mucho, porque no entendemos porqué ocurren; incluso llegamos a pensar muchas veces que si suceden es porque algo en nuestro cuerpo o en nuestra cabeza no funciona bien.

Recordad siempre que la respuesta fisiológica que ocurre en nuestro cuerpo cuando sentimos ansiedad es visceral, es esencialmente la misma que durante cientos de años nos ha ayudado a adaptarnos y a sobrevivir y no la podemos cambiar. Si entendemos esto nos será más fácil poder sobrellevar nuestros episodios de ansiedad, porque estaremos en mejor disposición para aprender a controlar estos síntomas y dejaremos de darles tanta importancia; que no, que no nos estamos volviendo locos, que no hemos perdido el control, que ¡no nos estamos muriendo! Nada más lejos de la realidad, ya que el objetivo de esta respuesta de lucha-huida es siempre proteger nuestro cuerpo, no dañarlo.


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